Tenía prisa, así que
decidí viajar en taxi. Casi nunca llueve en Cali, pero justo hoy tenía que
llover. Sin notarlo, una de las ventanas que estaba a la mitad, dejó pasar una
leve brisa, levante la mirada hacia la ventaba; pasábamos frente a una caravana de carros, todos ellos
adornados con flores.
–¿Sabe? creo que cada día morimos un poco – El taxista contuvo la respiración por un momento y continuó – patrón, uno escoge el día de su muerte y cómo ha de morir.
No le respondí nada, le
mire por el retrovisor y tenía la mirada puesta en mí; parecía desafiarme a que
le contestara. Decidí apartar la mirada y seguir observando la caravana. En
realidad, me había perturbado un poco, ¿conocía el significado de la muerte o
simplemente se estaba burlando de mí? Él parecía esperando
una respuesta. Al tratar de evadirlo, noté que a mi lado había un pequeño
diario, intente decírselo al taxista, pero había decidido no
hablarle. Como quien no quiere la cosa empecé a ojearlo. Las primeras hojas, estaban sucias, algunas llenas de bocetos; las que seguían tenían versos:
¿Qué si he pensando en el suicidio? Claro que lo he pensado. Lo he pensado muchas veces, durante horas, a veces durante semanas enteras, pero no me atrevo. Cada vez que lo pienso, se me humedecen los ojos.
Escribiría un poema firmado con mi nombre. Un poema extenso, no muy romántico, ni muy dramático, algo más bien ligero y sensual…El taxista interrumpe mi lectura, le contesto rápidamente. Me doy cuenta que acabo de llegar a mi casa.
Me quede con ganas de más ...
ResponderEliminarNunca un 'Me quede con ganas de más' me había hecho feliz. Gracias por tu comentario :)
EliminarSiempre he pensado que los que quedan no son los valientes. En cualquier caso, no hay forma de saberlo.
ResponderEliminarCoincido contigo... son ellos los valientes.
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